Fragmento de «Plantas de Fuego y su simbología» de Dr. Jacques Mabit

Compartimos fragmentos del artículo realizado especialmente por el Dr. Jacques Mabit para esta publicación sobre las Plantas de Fuego en la Amazonía, sus usos rituales medicinales y su simbología.

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tapas

«La medicina tradicional amazónica recurre a ciertas plantas que se asocian al elemento Fuego y que juegan un papel importante a nivel de sanación no solamente física sino también psicoafectiva y espiritual. Proponemos en este artículo partir de un abordaje simbólico del elemento Fuego para luego discernir cómo esas cualidades simbólicas reconocidas por numerosas tradiciones coinciden con la sabiduría y la práctica terapéutica ancestral de los curanderos amazónicos y con nuestra propia experiencia clínica.

El tabaco y el cannabis poseen características comunes: son muy marcados en sus funciones sexuadas y reparten sus posibilidades de ser consumidos en las cuatro formas elementales simbólicas: agua (ingesta líquida), tierra (ingesta sólida), aire-Fuego (fumadas). Lo que les diferencia fundamentalmente es su oposición sexuada: mientras el tabaco se considera una planta 100% masculina, el cannabis es 100% femenina (por lo que prefiero llamarla aquí marihuana o sea María-Juana que caracteriza mejor esa cualidad sexuada femenina). Esas características sexuadas se manifiestan en el ser humano con efectos físicos, psíquicos y espirituales de cada sexo correspondiente, u en otras palabras potencian en el ser humano las funciones sexuadas correspondientes, las masculinas con el tabaco y las femeninas con la marihuana.

La primera profanación consiste en alterar el orden de proceso de diferenciación que, como lo hemos explicado, procede siempre y a todos los niveles, desde lo femenino hacia lo masculino. Lo que significa a nivel del consumo de esas dos plantas que se debería empezar con una ingesta bajo formas sólidas y líquidas, para luego, en una segunda etapa recién ingerirlas en forma aérea-ígnea (fumadas). Sin embargo, se pasa habitualmente de frente al consumo fumado de esas plantas, obviando la necesaria integración previa de sus energías a nivel físico (tierra) y emocional (agua). La activación mediante el Fuego de sus potencialidades psíquicas y espirituales fascina a su consumidor cuya actividad mental se potencializa y cuya inspiración se exacerba. La ausencia de preparación en los terrenos somáticos y afectivos no permite su integración en esos dos niveles, lo que genera consecuentemente una degradación física y un empobrecimiento emocional. En sus extremos, el tabaco, masculino, induce una indiferenciación física y procesos cancerosos, especialmente en las vías respiratorias, las de la “inspiración”. Mientras la marihuana, femenina, induce una indiferenciación psíquica y espiritual que puede desembocar en los siempre más frecuentes brotes psicóticos cannabinoides. El sujeto accede a verdaderas informaciones de tipo espiritual pero no está preparado para su debida integración a este mismo nivel. Trata de entender sus inspiraciones, vale decir interpretarlas e integrarlas a nivel psíquico-mental sin pasar por el cuerpo y el corazón, generando así una falsa espiritualidad, seductora, mentalizada y carente de capacidad de concretización. Tiende a perder el contacto con su propio cuerpo físico y sus propias emociones. Este Fuego robado reproduce el mito prometeico, transgresión castigada por al aprisionamiento del sujeto en las cadenas de la dependencia. En los pueblos originarios amazónicos, el tabaco se consume primeramente en extractos crudos o cocidos, generando visiones y sueños, y con ausencia total de adicción. Luego de un largo aprendizaje, eventualmente el

iniciado accede a fumar el tabaco en circunstancias siempre codificadas. Similarmente, en la India, la marihuana se consume en forma de decocción, con reglas precisas de ingesta, o de manera sólida en la alimentación, antes de ser fumada por las personas iniciadas. En ambos casos, el consumo fumado no genera visiones, mientras el consumo ritualizado de la forma líquida sí permite acceder a lo que se juega a nivel inconsciente. Como en toda adicción, la ausencia de visión es una característica, mientras los preparados visionarios (mal llamados “alucinógenos” por la tradición médica) nunca generan estados de dependencia».

El texto citado ha sido publicado bajo el ISBN 978-987-86-0482-4. No está permitido compartir sin citar la fuente.